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lunes, 4 de mayo de 2009

Así encontré el alba
















Cuento

José Enrique Méndez



La tarde adormecida fue sacudida por oleadas retumbantes de entusiastas grupos estudiantiles; marchaban agitando banderas, lanzando estribillos, consignas incitantes subversivas, frases cortas y concisas; hablaban a voces dando ultimátum, amenazando dar candela; Feroz se libraba la lucha por la asignación estatal de un nuevo presupuesto. La marcha, sustraía de la rutina el tiempo descompuesto: gritos estridentes, portes entusiastas, estelas flameantes de colores, toques encendidos de banderas.

Contemplé su vuelo inicial, marchaba a ritmo de la movilización; Su busto erguido, firme, sudoroso, fue enunciación transparente de pezones a través del corpiño.

Era sensual, irresistiblemente seductora.

En el campus, en frente del paraninfo de ingeniería ocurrió el primer desacuerdo, los camaradas insistían en contradecir mis planteamientos: Les argumentaba, que por principios, dada su condición de clase pequeño burgués, a ella no le estaba permitido alcanzar estamentos de dirección política en el organismo juvenil estudiantil.

-Que vaina, este desteñido jabao es difícil de derrotar en el plano ideológico, es un teórico, capaz de amanecer discutiendo sobre materialismo histórico o dialéctico.

Su protección sobre ella estuvo centrada en resaltar sus cualidades:

-Luvienska es cordial, de comportamiento solidario y alegre, su vivacidad, nos renueva el valor, debemos aceptarla como aliada amiga de la revolución.

Mientras el camarada Vladimiro, el jabao, argumentaba en su defensa, por dentro aumentaban mis dudas:

-Ella tiene una personalidad distinta respecto al resto de las compañeras

-decía

-Tiene cierto aire señorial, propio de las clases acaudaladas, no es posible que permanezca con valentía frente a los peligros y dificultades inevitables de la lucha, de seguro que en el camino se doblegará.

-Me jodió en los debates, dándome cátedras sobre las leyes de la dialéctica materialista, sobre todo la teoría que explica la unidad y lucha de contrarios., fue así que logró imponerla.

Mi ojo astuto de Águila, me hacia dudar de su vuelo, mi pensamiento calenturiento, elaboró dudas y como objeto de juicio un predicado que sostenía que detrás de su atrayente imagen podría estar oculto alguna extraña misión encubierta.

-¿Será una doble agente

-¿Vendrá del lado de los revisionistas.

Teníamos la visión retorcida, el momento, la realidad de la época nos hacia ver licántropos, agentes imperialistas infiltrados, tratando de destruir el proceso de sedición. Vivíamos paranoicos, todo lo sometíamos al escrutinio de la duda.

Ella elegante, con cuerpo de formas sugerentes, poseía los encantos para seducir y manipular, era una delicada hacendosa hija de papi y mami, vestida con ropa cara y perfumada con aromas de marca. Pero quería ser revolucionaria, soñaba y jugaba el juego de la revolución y era una amenaza para mis impulsos fijos.

El asunto se complicó, cuando una tarde, en labores de espionaje, me acerqué lo suficiente al baño y escuché desde muy adentro la llegada grave de un sonido intimo saliendo apretado dentro de sus piernas.

-Coño, que vaina, ¿porqué ese shh shhh shhh shhh largo, dulce, prolongado, fino, me perturba.

Si fino fue la expresión que elaboró mi pensamiento y además pensé en su canal estrecho, virgen, nunca tocado.

Confundido, organizando nuevas formas del pensamiento me dije:

- Con destreza de ejecución, la joven camarada ejecuta de manera artística el acto de la micción.

El instinto animal sustancial que me habita, hizo frágil mi pensamiento, vi más allá del letargo, el evanescente esplendor de azogue de la joven figura hasta entonces ignorada.

El efluvio de la joven camarada fue voz de heraldo que hizo despertar mi nueva unidad de propósitos. Desde entonces quise gobernar sus sueños, ser centinela de la palabra que nombraba sus secretos, emprendí la nueva travesía.

-Que cabrón andaba yo inmerso en fantasías masturbatorias, como eunuco refrenándome, buscando en la ideología lo perfecto, controlando el deseo, y todo por ser fiel combatiente al servicio de la revolución.

- Nos sentíamos héroes, discutiendo durante horas enteras en los pasillos de la universidad.

-El permanente tema de las discordias era: ¿Cuál era el carácter inminente de la esperada revolución.

-Recuerdo aquella tarde cuando celebrábamos el aniversario de la muerte, del camarada, Tulio y discutíamos sobre el privilegio de ser proletario y los vicios de la pequeña burguesía.

A todos nos dio por vestir como obreros, con traje y casco amarillo protector y esas enormes botas militares, que ensuciábamos a propósito antes de entrar al recinto universitario.

Después fue que convoqué el juicio sumario al camarada Vladimiro el jabao, le acusé de ser farsante: distractor, mentiroso y engañador.

Bastó oír la acusación y de inmediato fue sentencia:

Todas las manos corrieron presurosas a apretar su garganta. Ahogándose trataba de hablar, pero apenas lográbamos escuchar un susurro. Al acercármele logré escuchar el silbido ronco, cada vez más disminuido producido por el escaso aire aspirado a través del conducto comprimido de su laringe.

De nuevo el susurro, la voz profunda comparada me hizo recordar a Luvienska aplastada, meando….

En el juicio político le acusé de ser un desclasado lumpen proletario, economista, al servicio del revisionismo, castrista, guevarista, debreista de ser un cabrón. En la lucha de afecto y cognición, de riesgos y beneficios, preferí arreglar a mi manera, lo que pensé aun se podía arreglar.

Al final sonrío y como el alba en busqueda de descansar, pienso que no existe nada ni nadie en el mundo más hermoso que el ramaje de un árbol, mi matrimonio de 30 años y tres hijas con Luvienska: mi: Eva política.

Es que no pude soportar escuchar aquellos gemidos y lloriqueos al encontrarla en el motel junto a este maldito teórico camarada que apodábamos el jabao.

Cocomordán


Por: JOSE ENRIQUE MÉNDEZ |

Cuento

La fiesta del fuego le hizo entrar en calentura, provocó excitación involuntaria en la musculatura de su piso pélvico. El drama era de entrañas encendidas, a causa de las mordidas persistentes del cocomordán, activado por la codificación de la transpiración sexual masculina.

Como de costumbre abrió el refrigerador en búsqueda del agua helada, con la cual inundó su pandero, logrando enfriar y relajar la musculatura de la vagina que muerde.

Esto le había durado varias semanas consecutivas, más de lo acostumbrado, razón por la cual quiso visitar al confesor.

La mudez se apoderó de su garganta obstaculizándole declarar. Permanecía reclinada intentando confesar el mea culpa. Impaciente, el cura intentaba reestablecer el orden turbado por el silencio, intentaba penetrar la mirada a través del habitáculo aislado del tribunal de penitencias.

La confesión había iniciado con el procedimiento rutinario, voluntario.

-Ave María Purísima.

-...Sin pecado concebida. Bendígame padre porque he pecado.

-Mis pecados son los siguientes:

-He pecado en el cumplimiento del noveno mandamiento.

Entonces decidió no continuar.

Permaneció petrificada, ausente, ensimismada en su pensamiento. Quería mantener la actitud de guardar.

La postura asumida les permitió acercar sus rostros a través de la pequeña ventana que les separaba.

Por las hendijas del confesionario como silueta, penetró el desconcertante aroma de purificación, de limpieza exquisita y purga seductora. El recuerdo rescatado por el olor le permitió de nuevo hablar y como quien sale de un trance critico, impresionada dijo:

-Sí, padre es de nuevo este olor el que me invita a violar el noveno mandamiento

¿Olor mío dijo usted?

- Si Padre, usted lo desprende, ahora lo percibo.

Entonces fue el sacerdote quien perturbó su equilibrio nervioso.

Confundido, en búsqueda de emanaciones, el sacerdote, con atención olisqueó discretamente su sotana, cada espacio del confesionario, orientó su olfato a su entre piernas, buscando efluvios en sus genitales externos.

Solo percibió la transpiración de sudor, mezclado con el olor a rancio de la vieja sotana.

-¿Porqué no alcanzo entonces yo ese olor?

-Solo yo padre tengo la dicha, el alcance de detectar el misterioso olor secretado de los machos. Es una crónica de persecución de las huellas incesante de este olor excitante divino, placentero, tan grande que me hace dar quejidos, espasmos intensos y me provoca este deseo padresito que no puedo controlar.

Meditó sobre la imagen vehemente y apasionada del éxtasis de Teresa Sánchez Cepeda Dávila y Ahumada y el requiebro suave que pasó entre su alma y Dios y la imaginó penetrada por el dardo de oro, largo que en sus confesiones dijo sentir le llegaba a las entrañas.

Las palabras de la mujer mezclado con el recuerdo de confesión de Sor Teresa desbordaban y estropeaban la cordura del joven sacerdote y la posibilidad de ella en recibir de él la absolución de sus pecados.

-El que mira a un hombre deseándolo, ya cometió adulterio con él en su corazón y por tanto ha violado el noveno mandamiento al igual que esta conversación contrarias a la castidad, nos hace pecar en el sexto. mandamiento.

-Por favor padrecito no me condene, suplicaba la mujer contrariada, gimiendo, haciéndose los dedos. Es usted quien está secretando este olor poderoso.

-Tú comportamiento es aprendido. Esta actitud emocional es fruto de una sexualidad extrema convencional mal dirigida.

-Por Dios Padrecito, continuaba suplicando con tono cada más cercano a la psique al deseo, del incontrolable rubor, de la excitación sexual

-Compréndame.

Ya pasaban largos minutos desde el asomo de esta locura pasional en búsqueda de perdón.

Con la vista imprecisa recorrió la majestuosidad del altar mayor, como buscando ver desvanecer la realidad de este momento, la figura escandalosa que chorreaba lujurias.

Turbado, hizo esfuerzos para no escuchar la respiración de la mujer que recostada del postigo del confesionario aumentaba el ritmo de manera espeluznante y poderosa. Hizo unos 40 segundos de silencio.

-Los pecados contra la pureza, cometidos con pleno conocimiento y consentimiento, son siempre graves, debe usted orar, dejar de dar continuidad a ese absurdo pensamiento, liberarse de esta inútil forma placentera, de esta tensión impura acumulada en tú pensamiento.

Ella insistía en hacerle entender que de manera loca no podía refrenarse a vivir su sexualidad al máximo cada vez que percibía estos olores cargados con estas emociones nuevas:

Sinceramente este olor me incita al erotismo, a la lujuria, al placer, de inmediato me hace pensar realizando el sexo oral natural.

La atmósfera tornaba explosiva.

El párroco, estaba preparado para escuchar, para no dejarse turbar por diatribas en el juego del relato, pero esta vez se sentía distinto.

La hembra se agitaba gozosa dentro del confesionario, se sentía ungida en un acto sexual sagrado, manejado por el incienso puro santo, dulce, mezclado al éxtasis en procura del perdón del confesor.

El hombre que viste la túnica negra, optó por dejarla terminar, hasta alcanzar el control del Cocomordán, la sensación de orgasmo constrictor extendido, escuchándola dar de inmediato las gracias por la absolución.

Desde el confesionario, el aroma exquisito penetró como silueta escondida de manera seductora invadiendo la gran superficie de la pequeña ermita, todo el caminito que hay en su universo coherente, desde la entrada principal hasta el ábside, hasta el altar mayor, quedando todo, absolutamente todo impregnado por la metamorfosis provocada por este aroma seductor.

Desde entonces el confesor prefirió ser otro hombre con ilusiones, controlado por las refinadas, coherentes pero absurdas e inesperadas contracciones y las huellas de libertad transmitidas por este olor.

Ike, con este cuento te inscribe en una corriente renovada de la cuentística nacional por el dominio de una temática y unos personajes que por su vestimenta muchos escritores no tocan. Te inscribes al igual que Fabio Fiallo en una corriente de la producción intelectual que choca con la profanidad de cierta institución que es considerada sagrada. Luego te desarrollo el tema.

Damocles Méndez , San Cristobal

TE FELICITO.

CONTINUA CON TUS ESCRITOS, QUE ESTAS COLABORANDO A QUE SEAMOS MAS CULTOS, Y MOTIVAS A LA LECTURA.

PARA TI UN 100.

LA SUREÑITA.

LA SUREÑITA , BARAHONA

Ike, me encantó tu cuento... yo le hubiera dado otro giro al final... y trabajado un chin más los diálogos, pero eso soy yo... mientras, es soberana historia,

felicidades,

César Namnúm

César Namnúm , Santo Domingo

Hola, Ike,como te decía, me parece una muy buena idea. Sí veo la necesidad de trabajar un poco más la estructura y la forma. Felicidades!!!
Bismar Galán.

Anónimo , Santo Domingo

Tu cuento es muy bueno, excelente dominio del lenguaje y excelente construcciones. Creo, es una opinión muy subjetiva, que el final le quita un poco de intensidad. Recuerdas, un cuento debe tener un final impactante.

att:
Joel Rivera
Palabrador

Joel Rivera , San Pedro de Macorís

Ike: Me dejaste muda, excelente cuento, ya me imagino los mea culpa de muchos que aunque no visten de sotanas se sentirán aludidos... Sigue adelante... ya que son muchos los que te seguimos. Con gran cariño tu hermana del alma, Gina Medina Farias de Valenzuela

Gina Farias , San Juan