Cuento
José Enrique Méndez
La tarde adormecida fue sacudida por oleadas retumbantes de entusiastas grupos estudiantiles; marchaban agitando banderas, lanzando estribillos, consignas incitantes subversivas, frases cortas y concisas; hablaban a voces dando ultimátum, amenazando dar candela; Feroz se libraba la lucha por la asignación estatal de un nuevo presupuesto. La marcha, sustraía de la rutina el tiempo descompuesto: gritos estridentes, portes entusiastas, estelas flameantes de colores, toques encendidos de banderas.
Contemplé su vuelo inicial, marchaba a ritmo de la movilización; Su busto erguido, firme, sudoroso, fue enunciación transparente de pezones a través del corpiño.
Era sensual, irresistiblemente seductora.
En el campus, en frente del paraninfo de ingeniería ocurrió el primer desacuerdo, los camaradas insistían en contradecir mis planteamientos: Les argumentaba, que por principios, dada su condición de clase pequeño burgués, a ella no le estaba permitido alcanzar estamentos de dirección política en el organismo juvenil estudiantil.
-Que vaina, este desteñido jabao es difícil de derrotar en el plano ideológico, es un teórico, capaz de amanecer discutiendo sobre materialismo histórico o dialéctico.
Su protección sobre ella estuvo centrada en resaltar sus cualidades:
-Luvienska es cordial, de comportamiento solidario y alegre, su vivacidad, nos renueva el valor, debemos aceptarla como aliada amiga de la revolución.
Mientras el camarada Vladimiro, el jabao, argumentaba en su defensa, por dentro aumentaban mis dudas:
-Ella tiene una personalidad distinta respecto al resto de las compañeras
-decía
-Tiene cierto aire señorial, propio de las clases acaudaladas, no es posible que permanezca con valentía frente a los peligros y dificultades inevitables de la lucha, de seguro que en el camino se doblegará.
-Me jodió en los debates, dándome cátedras sobre las leyes de la dialéctica materialista, sobre todo la teoría que explica la unidad y lucha de contrarios., fue así que logró imponerla.
Mi ojo astuto de Águila, me hacia dudar de su vuelo, mi pensamiento calenturiento, elaboró dudas y como objeto de juicio un predicado que sostenía que detrás de su atrayente imagen podría estar oculto alguna extraña misión encubierta.
-¿Será una doble agente
-¿Vendrá del lado de los revisionistas.
Teníamos la visión retorcida, el momento, la realidad de la época nos hacia ver licántropos, agentes imperialistas infiltrados, tratando de destruir el proceso de sedición. Vivíamos paranoicos, todo lo sometíamos al escrutinio de la duda.
Ella elegante, con cuerpo de formas sugerentes, poseía los encantos para seducir y manipular, era una delicada hacendosa hija de papi y mami, vestida con ropa cara y perfumada con aromas de marca. Pero quería ser revolucionaria, soñaba y jugaba el juego de la revolución y era una amenaza para mis impulsos fijos.
El asunto se complicó, cuando una tarde, en labores de espionaje, me acerqué lo suficiente al baño y escuché desde muy adentro la llegada grave de un sonido intimo saliendo apretado dentro de sus piernas.
-Coño, que vaina, ¿porqué ese shh shhh shhh shhh largo, dulce, prolongado, fino, me perturba.
Si fino fue la expresión que elaboró mi pensamiento y además pensé en su canal estrecho, virgen, nunca tocado.
Confundido, organizando nuevas formas del pensamiento me dije:
- Con destreza de ejecución, la joven camarada ejecuta de manera artística el acto de la micción.
El instinto animal sustancial que me habita, hizo frágil mi pensamiento, vi más allá del letargo, el evanescente esplendor de azogue de la joven figura hasta entonces ignorada.
El efluvio de la joven camarada fue voz de heraldo que hizo despertar mi nueva unidad de propósitos. Desde entonces quise gobernar sus sueños, ser centinela de la palabra que nombraba sus secretos, emprendí la nueva travesía.
-Que cabrón andaba yo inmerso en fantasías masturbatorias, como eunuco refrenándome, buscando en la ideología lo perfecto, controlando el deseo, y todo por ser fiel combatiente al servicio de la revolución.
- Nos sentíamos héroes, discutiendo durante horas enteras en los pasillos de la universidad.
-El permanente tema de las discordias era: ¿Cuál era el carácter inminente de la esperada revolución.
-Recuerdo aquella tarde cuando celebrábamos el aniversario de la muerte, del camarada, Tulio y discutíamos sobre el privilegio de ser proletario y los vicios de la pequeña burguesía.
A todos nos dio por vestir como obreros, con traje y casco amarillo protector y esas enormes botas militares, que ensuciábamos a propósito antes de entrar al recinto universitario.
Después fue que convoqué el juicio sumario al camarada Vladimiro el jabao, le acusé de ser farsante: distractor, mentiroso y engañador.
Bastó oír la acusación y de inmediato fue sentencia:
Todas las manos corrieron presurosas a apretar su garganta. Ahogándose trataba de hablar, pero apenas lográbamos escuchar un susurro. Al acercármele logré escuchar el silbido ronco, cada vez más disminuido producido por el escaso aire aspirado a través del conducto comprimido de su laringe.
De nuevo el susurro, la voz profunda comparada me hizo recordar a Luvienska aplastada, meando….
En el juicio político le acusé de ser un desclasado lumpen proletario, economista, al servicio del revisionismo, castrista, guevarista, debreista de ser un cabrón. En la lucha de afecto y cognición, de riesgos y beneficios, preferí arreglar a mi manera, lo que pensé aun se podía arreglar.
Al final sonrío y como el alba en busqueda de descansar, pienso que no existe nada ni nadie en el mundo más hermoso que el ramaje de un árbol, mi matrimonio de 30 años y tres hijas con Luvienska: mi: Eva política.
Es que no pude soportar escuchar aquellos gemidos y lloriqueos al encontrarla en el motel junto a este maldito teórico camarada que apodábamos el jabao.
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