CUENTO
José E. Méndez Díaz
El Baletoño preparaba esta noche el suculento sancocho de carnes negras, con el cual acostumbraba celebrar episodios importantes de su vida: Contraía matrimonio con Jobina, mujer oblonga, pelicorto, de voz ronca apagada, quien guardaba en pecho dos pasmadas atrofiadas mamarias.
Esta noche el Baletoño se deleitaba contando a su nueva compañera de infortunio, historias de su vida relacionadas con su capacidad de curar gentes:
-Del Té de tallo de Guasuma, yo preparo un mucilago que cura en horas la Gonorrea. No hay antibiótico más fuerte que este, con decirte que a los 18 años un cuero me cortó y después de andar todos los médicos del pueblo, ya desahuciado, un boticario me preparó un pomo, y cruz y raya, hasta el día de hoy sano y salvo.
Jobina la desgarbada esposa de Baletoño, disfrutaba cada episodio del protagonismo que narraba; se sentía importante al haber conquistado este pintoresco personaje, quien de por años cargaba en sus sudadas espaldas todas las carnes de animales sacrificados en el matadero, hasta el camión del ayuntamiento municipal, que las conducía al mercado publico.
-Escúchame ternura, hay hombres que se mueren con el cerebro enterizo porque nunca lo usaron, yo no, yo a veces lo uso. Yo he curado Tísicos, Leprosos y Cancerosos; yo se curar los rampanos; y no hay medicina más buena para los golondrinos que un cataplasma que se prepara a base de Bejucocaro. Así disfrutaba Jobina, aprendiendo de la Sabiduría natual del Baletoño.
Durante tres días consecutivos, los perros de la ciudad no recibieron la acostumbrada ración de pitrafas de carnes, que a diario el Bale cargaba en cantinas sobre sus espaldas. Durante estos tres días los niños disfrutaron sin ser asustados por la figura horrible del Bale que buscaba los niños que no comían bien o desobedecían a sus padres.
Este domingo era especial para Baletoño, hoy dejaba sus harapos y estrenaba flux impecable, no llevaba mugre ni el clásico mal oliente atuendo roto, ni cargaba las cantinas repletas de sebos y desechos de carne de vaca, que vendía para los perros.
Ya hacían más de doce años que el sastre, Reynaldo le había donado un traje blanco y desde entonces lo guardaba sin deterioro, inmaculadamente blanco, para usarlo cada año en cada celebración del día de resurrección de la semana santa.
Ebrio de alcohol, exclamaba
-!Hoy tengo que quemar al Judas, lo tengo que quemar por traicionero!.
El tumulto alborotaba con estridentes gritos, dejando levantar sus puños cerrados, en señal de apoyo al Baletoño.
-IMuerte, Muerte, por traidor.!
Adentro, en la iglesia, con la solemnidad de la misa, el coro entonaba el Aleluya, mientras impacientes los feligreses contaban cada minuto en espera de la media noche, con lo repiques de campanas, que anunciaban la resurrección de Jesucristo y por consiguiente daba autorización a las masas para la quema del Judas.
El Bale entusiasmado dirigió las turbas hasta las puertas de la iglesia, y sin demora exclamó en voz alta:
-!Si Cristo quiere vence al demonio…, yo se porque no lo hace!
-Yo era músico de acordeón y parrandeaba todas las noches, y cuando más tragos tomaba, mejor entonaba el acordeón, pero un día descubrí que era el demonio el que se apoderaba de mi cuando tocaba, y en ese momento como por arte de magia el acordeón tocaba a ritmo de jaleo, encendiendo la fiesta, y no podía dejar de tocar y beber, tocaba y tomaba hasta perder el sentido. Entonces era el demonio a través de mi el que dirigía la fiesta. La multitud guardaba silencio al escuchar el testimonio del Baletoño, quien con su poder de convencimiento, atraía los fieles congregados en la puerta de la iglesia.
-Les digo que Jesucristo puede vencer al demonio, porque yo se lo pedí en oración, le pedí que sacara el demonio de mi acordeón y lo hizo. Desde entonces solo toco cantos religiosos con mi acordeón.
La multitud aplaudía el discurso del Bale, entusiasmado levantó el brazo de su frágil mujer y expresó:
-Ahora mismo voy a tocar con mi acordeón una melodía cristiana en honor a mi esposa Jobina.
Marcando el ritmo, el Baletoño dejó escuchar un suave, pero acompasado ritmo, al cual la multitud siguió con su canto
-'la paz este con nosotros, la paz este con nosotros"
Todos cantaban regocijado por la paz espiritual que les trasmitía esta celestial música religiosa.
Parecía un coro experimentado de voces y ritmo, pero en verdad eran las notas del acordeón del Baletoño y las voces de cientos de ebrios fanáticos religiosos, esperando la quema del Judas, este domingo de resurrección.
De manera inexplicable, el sonido del acordeón del Baletoño subió de tono y ritmo, convirtiéndose de forma involuntaria en un acompasado merengue de tierra adentro, con jaleos y compases de fiestas.
La multitud de momento olvidó el carácter cristiano del día de resurrección, integrándose a bailar el contagioso ritmo al momento de exclamar Baletoño:
-!Ahora de nuevo soy un Baledón!
Este fue el día en que el Baledón picó el acordeón
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