Cuento
José E. Méndez Díaz
Todos los episodios trascendentes de su vida estaban marcados por acontecimientos extraños: aquel día mientras asistía a su acostumbrada jornada de pesca, recibió de un pez, una punzada mordaz en la punta de los dedos, la cual provocó un ardoroso estado febril e inflamación de su mano derecha.
La rascazón fue en aumento tornando su piel amoratada, haciéndose para el insoportable.
Una parálisis periférica creciente fue adueñándose súbitamente de su cuerpo.
La tetradoxina, el veneno paralizante penetró, recorriendo su torrente sanguíneo, desencadenado un incontrolable estado de muerte física aparente.
Ella dormía como siempre, sin alcanzar la supresión total de los sentidos. Oía sin escuchar. Sin prestar atención dormía en ese estado especial de inconciencia con el que duermen por costumbres las rameras, ante el temor de no dejar ir al cliente sin cobrarle.
La voz desesperada traspasó el aposento, donde fláccida, con palidez cadavérica ella estaba suspendida, agotada, luego de una intensa jornada de comercio carnal.
Súbitamente espantó, despertando perturbada, asustada, haciéndose poner en guardia.
La ignorancia buscaba la salvación.
Días después, cuando logró alcanzar un disminuido extraño estado de conciencia, apenas alcanzaba a distinguir entre siluetas, muñecas de tela y arcillas, clavadas, y a su lado la figura de aquella mujer , aplicando como ungüento, el agua de aseo turbio de su vulva.
Todos comentaban el milagro de haberlo devuelto a la vida bajo el encanto o posesión.
Desde entonces actuaría como muerto en vida, bajo las ordenes y deseos de ella.
Esta mujer huesuda, de pocas carnes, cuyo único encanto parecía ser la montañuela de su pubis, con su envoltorio de hebras negras, controló y despertó la poca capacidad de imaginación de este zombi, quien al escuchar por meses al lado de sus oídos el silbido de su orina al deslizar sus carnosos apretados labios, construyó inconsciente las ideas mejores elaboradas de ayuntamiento carnal.
Ella fue durante años, de este difunto, probeta y matraz de sus excreciones seminales, proporcionándole estimulantes placeres corporales.
Cuentan que un día despertó y desde entonces pudo superar el hechizo.
Llegó a ser alguacil, actuando en consonancia su conducta rígida y áspera, la cual estallaba en su cara de permanente muecas de aburrición.
La aplicación del puesto de oficial de justicia del tribunal superior, incrementó en el un lenguaje ofensivo, cortante y una actitud irreductible en su opinión.
Era incapaz de soñar y tener esperanzas, un ser frío y distanciado como los polos, de carácter mental sicorrigido.
Apenas perturbaba su ánimo ante la voluntad incontrolable de correspondencia sexual, entonces era capaz de tener imaginación y con ella horadar los atuendos de cualquier mujer, hasta llegar a la desnudez con su pensamiento.
Cuentan que un día cansado de su aburrimiento optó por el encantamiento, buscó aquella extraña mujer la cual aprendió a dominar su resentimiento y disgusto eterno, aprendió a amar su mal genio.
Prefirió ser un zombi de su sexo.
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